Con la luna en el ombligo es una propuesta que parte de la la cultura contemporánea para visibilizar una selección de temas que surgen a partir de la búsqueda de la propia identidad. Mediante obras de artistas visuales y de activistas que usan formatos como son la fotografía, el vídeo, programas radiofónicos y perfiles en redes sociales; el proyecto ofrece un relato que pivota sobre dos cuestiones fundamentales que circundan la identidad: el género y la cultura.

Interpretado como una búsqueda personal, presente en casi todas las etapas de nuestra vida (especialmente durante la adolescencia), se establece como factores determinantes del relato sentimientos que suelen asociarse al fracaso e incluso la feminidad: la inseguridad, el cambio de opinión y la constante necesidad de autodefinirse con nuevas categorías. Un punto de inicio que tiene como propósito dar cabida a múltiples respuestas personales y sociales.

Para ello se extiende la mirada huyendo de posibles filtros tiznados de matices eurocentristas o falocentristas y se deja espacio a otras culturas y modos de hacer en los que también se ponen en valor el movimiento de desplazamiento entre los múltiples sexos y géneros autodefinidos como identidades fluidas. Son por tanto protagonistas tanto cuerpos disidentes, géneros fluidos y seducciones bajo sospecha; como cuerpos cosificados, miradas estereotipadas y gestos cliché.

El título, Con la luna en el ombligo, toma su nombre del espacio radiofónico hecho por lesbianas para lesbianas en el año 1996 en Chile. Fue una de las iniciativas del colectivo Ayuquelén (Alegría de vivir en lengua mapuche), un ejemplo de utilización táctica del género como espacio de resistencia e insubordinación. Una cita del otro “lado del charco” que sirve como inicio de este relato en el que impera una dualidad constante, saber quiénes somos y decidir cómo queremos mostrarnos hacia los demás.

El programa, con cierto carácter amateur, es toda una declaración de intenciones en cuanto la autorrepresentación como mujeres lesbianas en el Chile del momento. Como si de una conversación entre amigas se tratara, exponen abiertamente sus deseos y temores sobre cómo y para quién mostrarse.

¿Cómo se representa una mujer? ¿Qué elementos, gestos o rasgos nos definen como mujer? ¿Qué tiene que ver con todo esto la orientación sexual?

La filósofa Judith Butler, inicia uno de los escritos clave para entender la identidad de género en la actualidad con una serie de citas que funcionan como input de su teoría queer. La primera de ellas es de Simone de Beauvoir, la célebre frase “No se nace mujer: llega una a serlo” y le sigue la de Julia Kristeva “Estrictamente hablando, no puede decirse que existan las “mujeres””. Se suman otras tres provocaciones más al pensamiento que crean el preámbulo de la lectura:

Si una “es” una mujer, es evidente que eso no es todo lo que una es; el concepto no es exhaustivo, no porque una “persona” con un género predeterminado sobrepase los atributos específicos de su género, sino porque el género no siempre se construye de forma coherente o consistente en contextos históricos distintos, y porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase, étnicas, sexuales, regionales de identidades discursivamente constituidas. Así, es imposible separar el “género” de las intersecciones políticas y culturales en las que constantemente se produce y se mantiene

Butler, J (2017): El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad.
Paidós Studio 168, Barcelona, p.49. (1º ed. 1999, Routledge, Nueva York).

Esta construcción cultural del género ha sido especialmente tratada desde el pasado siglo en las artes visuales haciendo uso de otros formatos que sitúan en ocasiones al/la artista en un campo cercano al del activismo, y viceversa. En sincronía con los modos de trabajar de artistas que seguían abordando discursos hegemónicos, el cuerpo se convierte en herramienta política y se estudia con detenimiento cada gesto o expresión asumido desde el heterocentrismo para cuestionarlo y resaltar el cariz de estereotipo que pueda conllevar. Será por tanto relevante pensar la identidad de género para dar paso con libertad a la orientación y las prácticas sexuales.

Claude Cahun (Francia 1894-1954) es una artista que estudia la cuestión de la identidad de forma temprana. Mediante la fotografía aporta una lectura de la identidad de género que va más allá del binarismo (mujer/hombre) a partir de autorretratos. La ropa, el gesto y la mirada serán clave en la construcción de esta nueva identidad que sirve para desvanecer la máscara social con la que convive en la vida real.

Claude Cahun (Nantes 1894-1954), nacida Lucy Schwob en una familia de la alta burguesía, se educó en Oxford y París —cursó Filosofía y Letras en la Sorbonne— y participó en 1935, junto con Georges Bataille y André Breton en la fundación del grupo Contre-Attaque, de tendencias izquierdistas. A lo largo de su vida fomentó la confusión respecto a su identidad; su seudónimo, Claude, que se aplica en francés tanto a hombres como a mujeres, no era sino una invitación a la provisionalidad de su identidad. No sólo se vestía de hombre o con ropas estrafalarias y exóticas, exhibía el pelo rapado, teñido de rosa o de tonos dorados, sino que adoptaba poses afectadas, incluso afeminadas.

IVAM, Institut Valenciá d´Art Moderne

La mujer disfrazada, travestida o sincerada tras la apariencia de un hombre encarna (quizás inevitablemente) los detalles que asignamos al campo de lo masculino. Pues quizás, si no fuera por ello, no encontraría un lugar de confort en el campo de la representación versus identidad.

Brassaï (Hungría, 1899-1984) lo retrata nuevamente en la París de los años treinta a través del elegante club de lesbianas “Le monocle”. Violete Morris, conocida como “Claude la Gorda», introdujo a Brassaï en estas otras noches parisinas previas a la ocupación alemana. Una libertad que tal y como Stefan Zweig, en su novela “El mundo de ayer”, describe el período de entreguerras como un momento en el que la libertad imperaba, en el que la liberación social del corsé o el moverse la mujer en bicicleta dio cabida a otras identidades nocturnas y diurnas de plena actualidad.

Cuando hablamos de la obra de Gyula Halász (nombre original de Brassaï) nos vienen a la cabeza sus escenas nocturnas de París. Nacido en Transilvania en 1899, estudió en la Universidad de las Artes de Berlín y ya en 1924 se trasladó definitivamente a París, ciudad en la que encontró su tema principal de trabajo. Las escenas nocturnas recogidas en su libro Paris de nuit se complementan con su trabajo sobre la cotidianeidad de la ciudad a la luz del día. Los monumentos, rincones pintorescos, escenas de la vida diaria y detalles arquitectónicos están presentes en su obra (..). En su búsqueda por retratar la ciudad de París en todas sus facetas, se sumergió también en el mundo más oscuro de la ciudad. Mafiosos, marginados, prostitutas y drogadictos representaban para Brassaï el París menos cosmopolita, el más vivo y más auténtico.

Fundación MAPFRE

Bisexuales, homosexuales, lesbianas, gais, maricas, maricones, bolleras y femmes son sólo algunos de los términos que definieron en una época lo que hoy llamamos diversidad de género y sexual,  y englobamos como HSH o MSM. Toda una exploración que se inicia en el terreno personal y que se expande hasta el social que ha ido abriendo un camino a otras identidades que han usado la moda (o la contracultura) para hacerse visibles así como han creado al mismo tiempo moda por sí mismas.

La fotografía es uno de los soportes que mejor relatan todo ello. Por un lado tiene el poder de transmitir estar mostrando algo real, que pasó en ese momento en el que se hizo el “click”; y la escena, el posado y la indumentaria aparecen como algo casual velando el trabajo de construcción y atrevimiento que esta conlleva. Alice Austen (Nueva York, 1866-9 – 1952) será otro ejemplo más de fotógrafa atrevida, quizás liberada, cuanto menos sujeta a especulaciones que desean dar cabida a otras identidades.

Las tres mujeres disfrazadas (travestidas o vestidas) de hombre reproducen gestos que asociamos a lo masculino y desafían al otro con una dulce mirada. Junto con la mujer que levanta la bicicleta son dos ejemplos de asignación social de un sexo binario.

Julia Martin, Julia Bredt and self dressed up as men, 1981
Alice Austen

Carrying the Bicycle, 1986
Alice Austen

Austen se interesó por la fotografía cuando,a sus 10 años, su tío Oswald Müller, trajo una cámara a la casa alrededor de 1876. Y fue otro de sus tíos, Peter Townsend Austen, un profesor de química,quien le enseñó el proceso de revelado.
Interesada en fotografiar a migrantes y personas sin hogar, especialmente en Nueva York, fue pionera además en retratar a mujeres explícitamente lesbianas. En el Club Darned de Staten Island, la isla donde vivía, las mujeres se reunían para fumar, andar en bicicleta, vestirse de hombres o amarse libremente. Allí Austen conoció a Gertrude Tate, su compañera sentimental para el resto de su vida. Tras una vida acomodada, con el crac del 29 se arruina y, solo en sus últimos años, el reconocimiento de su obra le permitió salir de la miseria.

Wikipedia

Esta búsqueda de la identidad de género convierte, paradójicamente, el estereotipo en un lugar de confort. Como si sólo los extremos hombre-mujer fueran posibles, el desplazamiento se hace pendulante sin dar cabida a otras masculinidades u otras feminidades, eso “otro” que la teoría Queer defiende cuando habla de identidades fluidas o de anulación de las categorías identitarias. El estereotipo no deja de ser una construcción social ciertamente peligrosa, pues ni caben todos los cuerpos, ni se corresponde en mayoría de ocasiones con una expresión sincera del género; y recibe sobremanera influencia a favor de la tradición.
El espejo, el retrato, autorretrato (y ahora el selfie) se convierten en herramientas con las cuales proyectarse y afrontar la mirada del otro en correspondencia a esos ideales confeccionados. Así, la mujer que levanta la bicicleta denota por un lado fuerza en su gesto, mas por otro muestra un posicionamiento social y político. Ella va en bicicleta pese a ser un momento en el que no está bien visto para la mujer (pues le daba independencia) y lleva pantalones aumentando este inconformismo en favor de su comodidad/identidad.

Por otro lado, cuando el refuerzo de la identidad se da de la mujer hacia la feminidad la cosificación será el gran riesgo. Cindy Sherman (EEUU, 1954) y Rineke Dijkstra (Países Bajos, 1959) son dos mujeres artistas que han tratado dicho tema mediante la fotografía desde dos perspectivas diferentes

Cindy Sherman plantea un nuevo camino, al formular un discurso visual desde el que somete a crítica el poder de las imágenes y la información que el espectador recibe de ellas. Sherman se transforma continuamente en el personaje único de la mayoría de sus fotografías, que proponen una relación especular entre realidad y ficción. La artificiosidad es la cualidad que determina las imágenes y el hilo conductor de toda su carrera, que se refleja en las más de setenta obras que componen esta exposición. Como señala la especialista Margrit Brehm, gracias a esa construcción artificiosa de sus imágenes, “se percibe la teatralidad de aquello a lo que se llama realidad desde la realidad”.
Museo Nacional Reina Sofía

La primera de ella trabaja con múltiples referencias del cine, otro de los aparatos de construcción del género. En sus imágenes, la mujer se convierte casi en una muñeca con tonos de piel artificiales y posturas forzadas que si bien es una estética que proviene del cine, también es una expresión asumida por la publicidad, por la reciente tendencia de las fotos Tumblr (cuya construcción de la expresión busca parecer despreocupada y natural) y llevado aún más al extremo, del baile del Voguing que en cambio lo bailan hombres y mujeres, una tendencia que parte de los movimientos de manos y gestos que caracteriza la revista Vogue.

Rineke Dijkstra, sin embargo, deja ver ese sentimiento de inseguridad en la proyección de la identidad hacia el otro. Sus fotografías, que en muchas ocasiones muestran también el paso del tiempo de una misma persona, tienen la capacidad de recordar al público esa vulnerabilidad y necesidad de aceptación social que cada uno vive en un período más corto o más extenso de su vida. Sus imágenes revelan lo sensible de esos otros postureos exitosos en redes sociales y recuerdan ese período inicial de la adolescencia que, cada vez más, parece reducirse en el tiempo y ocultarse socialmente.

Otra de las famosas series de Dijkstra nos muestra el hombre y lo masculino mediante retratos de una misma persona con diferentes uniformes militares y ropa de entrenamiento. También en período de juventud, los retratos dejan entrever en su rostro y mirada la vulnerabilidad que conlleva ser humano, libre de clichés y del control sobre el retrato, pues es la fotógrafa quien consigue sacar la naturalidad de Oliver.

Lo que distingue a Dijkstra de otros creadores es un método de trabajo muy personal que, unido a un ángulo visual de gran precisión, hace que sus retratos vayan más allá de un minucioso inventario de rostros jóvenes o adolescentes, elaborando así una nueva interpretación de la representación del ser humano en sentido clásico. La artista utiliza una cámara técnica de formato 4 x 5 pulgadas, y a veces añade el flash a la luz natural. Ello exige una cierta concentración, así como un tiempo de inmovilidad mucho más largo por parte del retratado.
Para la artista holandesa, fotografiar al otro es un ejercicio de complicidad y mutua seducción. Tanto sus fotografías como sus vídeos exploran los rituales y los gestos de transformación que interpelan la propia identidad. Por este motivo, Dijkstra retrata a chicos y chicas adolescentes en situaciones neutras, en las que las convenciones sociales y culturales se hallan debilitadas. En definitiva, en momentos de tránsito, de movimiento o de adaptación a situaciones desconocidas.
CaixaForum

El uniforme, lo militar, la fuerza y el cuerpo musculoso han sido paradigma de aquello que entendemos como masculinidad. Una construcción cultural afianzada que se ha llevado al extremo del contexto de lo real asumiendo una gran presencia de prejuicios, negaciones y castigos por la orientación sexual de sus miembros así como agresiones sexuales permitidas por su código interno militar.

Adi Nes (Israel, 1966) usa también como recurso el ejército mostrando una escena relativamente cotidiana de un grupo de hombres del ejército israelí. En la escena, cuatro hombres que orinan simultáneamente, su gesto, cuerpo y acción, resumen nuestro imaginario estereotipado de lo aprehendido como masculino.

El más notable de estos fotógrafos creativos es Adi Nes, nacido en 1966 en Kiriat Gat, en una familia de inmigrados de Kurdistán y de Irán. En los años 90 causó no poco revuelo con la serie “Soldados” que explora cuestiones de identidad nacional, y en particular identidad masculina del israelí, en un contexto fuertemente machista, ambivalente e introspectivo.

Embajada de Israel en Uruguay

Cuando Jack Halberstam, investigadora sobre Mujer, Género y Sexualidad en la Universidad de Columbia, otra teórica clave para el tema que nos atañe, señala la complejidad de definir, la masculinidad, apunta como “socialmente tenemos pocos problemas en reconocerla, y de hecho invertimos mucho tiempo y dinero ratificando y consolidando las versiones de la masculinidad que nos gustan y en las que creemos. Muchas de estas «masculinidades heroicas» se basan fundamentalmente en la marginación de las masculinidades alternativas”. Así el terreno de las masculinidades alternativas (como el de las feminidades) han ido sufriendo a lo largo de la historia discriminaciones, puniciones (legales o no) y marginaciones costando largo tiempo recibir un reconocimiento en cuanto identidad y expresión. Asimismo se han ido convirtiendo en referentes para posteriores generaciones las cuales ,no sólo han encontrado un camino hecho, sino que han visto cómo la moda los ha englutido y convertido en tendencia.

Pedro Lemebel (Chile, 1952-2015) fue un escritor, artista y activista chileno que trató muy directamente el tema a través de diferentes formatos. Uno de ellos fue su programa “Cancionero” en Radio Tierra entre el año 1994 y 2002. “El macho chileno” fue una de estas cápsulas en la que describió irónicamente al macho a través de los estereotipos masculinos.

Creativo, contestatario, asertivo y lúcido, Lemebel fue un artista integral que cambió la historia cultural de Chile, aunque inexplicablemente nunca se le llegó a conceder el Premio Nacional de Literatura. La marginalidad fue el motor de su trabajo y de su lenguaje propio. A finales de los ochenta fundó el colectivo artístico Las Yeguas del Apocalipsis, con el que montó performance atrevidas y con alto contenido político de izquierda en plena dictadura.
El País

En su texto trata la hombría, la idea de mujer como madre, amante y esposa  únicamente de quien no importa ni sus deseos ni sentimientos. Muestra al macho más estereotipado: un ser que no llora ni expresa sentimientos, que no suele tener la culpa de lo que pasa a su alrededor y que piensa sobre todo en el fútbol y otros deportes.

La descripción responde a la de algunas de las máscaras de identidad de género, que más allá de ser innatas, son construidas en un proceso lento y laborioso de producción de subjetividad en el cual, como seres sociales participamos inevitablemente. Cambiar la máscara o quitártela supone un acto valiente aún en la actualidad. Pasar de un género a otro, como pasar de un sexo a otro, requiere un minucioso trabajo de transformación en el que cada detalle importa. El fotógrafo Humberto Rivas (Argentina, 1937-2009), también interesado por la parte sincera de nuestra identidad optó también por el retrato de personas a las que encontraba algo interesante ante el objetivo de la cámara fotográfica. Violeta la Burra fue una de ellas.

Humberto Rivas vivía el retrato como un desafío; para él suponía el reto de conseguir plasmar su propia visión traspasando la imagen estereotipada con la que el modelo se presentaba en su estudio. Paralelamente, y cada vez con mayor intensidad, exploró el tema del paisaje, sobre todo el urbano, y durante los años setenta y ochenta enunció una poética intensa del paso del tiempo y del tratamiento de la luz que, sumada a la precisión técnica necesaria convertirian sus paisajes en iconos del arte contemporáneo.

Archivo Humberto Rivas

Fue un personaje de origen andaluz de la Barcelona del cambio de década de los setenta a los ochenta. Especializada en espectáculos nocturnos en los que cantaba y bailaba, era travesti y folklórica; dejaba de ser Pedro para ser Violeta. Humberto Rivas muestra la parte más sincera de la transformación retratando el proceso y dando lugar a cuatro identidades diferenciadas. Además, le retrata con su madre en una escena en la que cada elemento conlleva una fuerte carga cultural.

Por otro lado, la obra de Ocaña (Cantillana (Sevilla), 1943 – 1987), artista de la contracultura catalana de la misma época, usa su propio cuerpo para ironizar sobre identidades, de nuevo de género y culturales. Ocaña fue especialmente conocido por sus acciones en Las Ramblas vestido de mujer. Sus paseos eran acciones y performances que visibilizaban otras realidades que permanecían en la oscuridad de la noche perseguidas por la ley.

Jose Pérez Ocaña (1947-1983), pintor, escultor, cantante, actor y performer polifacético que recorría las Ramblas travestido con ropa de mujer mientras enseñaba ímpudicamente su culo y su pene a los transeúntes (así lo recoge la película de Pons); un artista que fue objeto de atención de las revistas heterodoxas y marginales de la época y también de la prensa mayoritaria por participar en un conjunto de actividades públicas que para algunos simbolizaban el ansia de cambios y de libertad en un país lastrado por cuarenta años de nacionalcatolicismo.

Juan Vicente Aliaga

Álex también cambia de identidad, esta vez ayudado por fármacos e intervenciones quirúrgicas y acompañado de un público que le sigue en el canal de Youtube creado para contar su transición. “Soy Álex” es el título del cortometraje documental, coproducido en España y México en el año 2017, que relata la vida de este joven youtuber de Barcelona que cuenta con más de treinta mil suscriptores. A través de las redes sociales comparte su experiencia con el objetivo de ayudar a otros chicos y chicas trans como él. Este fenómeno, el usar un canal o red social como lugar desde el cual reivindicar una propia identidad de género, se está convirtiendo en la actualidad en un recurso relevante. En este momento, pese a estar viviendo uno de los momentos de mayor visibilización y regulación de identidad trans, el desconocimiento y la confusión entre términos resulta ser aún mayor. El cambio de género, con el cambio de sexo o la orientación sexual son englobados en una misma realidad que resulta ser irreal y reductiva.

Por otro lado, contar con un imaginario de realidades/identidades da lugar a una evolución de las necesidades y a la identificación de nuevas situaciones que requieren activar el pensamiento crítico, pues sigue siendo mayoritario el movimiento oscilatorio entre géneros que requiere una identificación entre opuestos (esto es masculino porque no es femenino y viceversa), en lugar de prescindir de calificativos referenciales.

Marcas de moda como Palomo Spain han hecho eco de estas nuevas necesidades identitarias y han generado líneas de moda en las que se mezclan prendas asociadas tradicionalmente a un género. Igualmente ofrecen diseños adaptados a prácticas sexuales al margen del heteropatriarcado y campañas publicitarias dirigidas a estos colectivos. Una propuesta atrevida que no hubiera podido tener lugar sin el trabajo y la valentía de tantas personas en el pasado, y aquí hemos mostrado algunas de ellas.

La alta costura lo pone a disposición (para quien pueda económicamente) y desvela la forma circular del proceso de evolución en nuestra materia. Mientras Con la luna en el ombligo buscaba mediante su programa radiofónico, y ahora con el presente texto, convertir la identidad de género en una materia elástica y discursiva; los modelos de estas nuevas categorías identitarias vuelven a reproducir los estereotipos impuestos desde antaño a la mujer. De nuevo la carne vuelve asemejar al plástico y la mirada pertenece más a la de un muñeco o a un juguete, que a la de un ser humano; la cultura y sus cánones de belleza continúan dominando. Encontramos gran cantidad de tutoriales en Internet para esconder aquello que denota inseguridad en la identidad y conseguir ser una “chica o un chico tumblr” delante del objetivo de la cámara, pero cuando se apague el smartphone, parte de esa identidad habrá desaparecido y el espejo no será un aliado de nuestros miedos e incertidumbres.